27.8.09

Ultrarráptor

El día en el que todos en el Wacken Open Air se rindieron ante el avant-garde metal. Los gaditanos Ultrarráptor llegaron al festival porque, a pesar de ser una formación relativamente joven, tanto por la naturaleza de su música como por lo exótico de su ciudad natal se han convertido en una banda de culto, una rareza.
Una introducción con solo de bajo le abrió las puertas al salvajísimo primer tema. El riff de "Polyhedron" barrió como una pared sónica las filas de seguidores allí agrupados a la vez que el vocalista mordía el micro con unos gritos tan crudos que harían vomitar de vergüenza a los mismísimos Meshuggah. Sobre una pantalla instalada al fondo del inmenso escenario se proyectaba la misma secuencia cíclica en blanco y negro de unos setenta segundos de duración en la que la bestia escamada δρομευς, desde ese momento el símbolo-mascota de la banda, aparecía cazando y matando animales mayores que él. Era su presentación en sociedad, y la reacción de las hordas de fans no pudo ser mejor: los puños se alzaron, las cámaras de fotos salieron de los bolsillos y rodaron por el suelo, los cuernos vikings rellenos de hidromiel chocaron en el aire. "Chordates must die" o "Synesthesic hunters" fueron algunos de los momentos épicos de la primera media hora, y más tarde la tralla de "M is for Maieutics (and murder)" hizo que las botas Dr. Martens levantaran una polvareda antológica. Cerca del escenario, una joven cayó poseída por Seth y empezó a arrancarle la piel de la cara a su alcoholizada amiga y compañera de piso. Pero para cuando el público se convulsionaba de cansancio y placer sonó "Bye bye Pangea" a modo de despedida, y el último golpe de batería cayó mientras δρομευς violaba a un protoceratops. Nadie parecía haberse dado cuenta de que era una réplica exacta de Barney el Dinosaurio.

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