29.8.09

¿Abogado?

En caso de que me lo pregunten, examinarme mañana le tiene que disgustar más al célebre abogado que seré en cuatro años que a mí; y muy especialmente teniendo en cuenta que su existencia depende de mi lápiz. Sin embargo, el abogado que viene del futuro quiere ser mi amigo, o hace ver que me quiere: para que le salve la vida, imagino, para que nos salve la vida a los dos. El abogado dice que me quiere, yo doy tumbos por la casa y me preocupo, pero más cercana que el abogado, agazapándose, está la hoja de preguntas esperando en la esquina del calendario. Me quiere atrapar los dedos. Me los está atenazando ya, de hecho, para cuando entro en la nevera por quinta vez esta tarde: el cristal se rompe y raya el parqué, el líquido se filtra y se va. Pero el efecto inmobilizador dura aún cuando muchas horas después estoy en la mesa con una hoja de papel y siete bolígrafos en el bolsillo. En ese momento recuerdo el sumario del tema uno y algo sobre ñús que dieron el jueves o el miércoles. Ah, pero ya hay algunos renglones escritos con una mano que muerden el papel y lo atraviesan por nueve lugares. Escritos con una mano, digo, la otra se demora urgando en un boquete a un lado de la mesa que llega hasta casi la mitad del cuerpo de madera. Podría intentar partirla entera, follármela, pero yo sólo pienso en prenderle fuego y eliminar cualquier evidencia de ignorancia extrema que pueda enturbiar la vida de ese apacible abogado. Insertar bolígrafo y frotar con fuerza. Insertar bolígrafo y destrozar cinco de los siete, y aún estoy pensando en la manera de hacer desaparecer a ese Satanás cuando el profesor nos alerta de los quince minutos restantes justo cuando yo no quiero saber nada del tiempo, porque si no se me hincha la vena y se me nubla el alma, le explico, o le intento explicar; que eso no puede ser, añadir la traba del tiempo a una lucha ya desigual, y sigo pensando en esa idea de la lucha desigual, como la de los ñus cruzando el río, pienso, al aplicarle el bolígrafo en la tierna, tierna cerviz, y para cuando llego a mi mesa los tachones siguen ahí, pero no se ha arreglado nada y al final se tiñen de un nuevo color, y el segundero acuchilla periódicamente mis ganas de permanecer sentado y de dejar que letras tipografiadas en fibra muerta sigan cometiendo este crimen contra mi persona. Porque son simples frases, sintaxis revestida de palabras contra organismo pluricelular con píloro y esófago y todo el resto, pero para no sentirme humillado abandono ese pensamiento mientras con pulso irregular y de un tirón escribo putaputaputaputaputaputaputaputaputaputaputaputaputa a un margen de la pregunta tres, y así hasta crear como un tosco caligrama que abraza todo el examen: esclarecedor paréntesis sintético y excelente muestra de implicación emocional en lo que hacemos en la escuela que, sin embargo, ni contará positivamente en el recuento de puntos, ni le da sentido a la mongolada adyacente.



27.8.09

Ultrarráptor

El día en el que todos en el Wacken Open Air se rindieron ante el avant-garde metal. Los gaditanos Ultrarráptor llegaron al festival porque, a pesar de ser una formación relativamente joven, tanto por la naturaleza de su música como por lo exótico de su ciudad natal se han convertido en una banda de culto, una rareza.
Una introducción con solo de bajo le abrió las puertas al salvajísimo primer tema. El riff de "Polyhedron" barrió como una pared sónica las filas de seguidores allí agrupados a la vez que el vocalista mordía el micro con unos gritos tan crudos que harían vomitar de vergüenza a los mismísimos Meshuggah. Sobre una pantalla instalada al fondo del inmenso escenario se proyectaba la misma secuencia cíclica en blanco y negro de unos setenta segundos de duración en la que la bestia escamada δρομευς, desde ese momento el símbolo-mascota de la banda, aparecía cazando y matando animales mayores que él. Era su presentación en sociedad, y la reacción de las hordas de fans no pudo ser mejor: los puños se alzaron, las cámaras de fotos salieron de los bolsillos y rodaron por el suelo, los cuernos vikings rellenos de hidromiel chocaron en el aire. "Chordates must die" o "Synesthesic hunters" fueron algunos de los momentos épicos de la primera media hora, y más tarde la tralla de "M is for Maieutics (and murder)" hizo que las botas Dr. Martens levantaran una polvareda antológica. Cerca del escenario, una joven cayó poseída por Seth y empezó a arrancarle la piel de la cara a su alcoholizada amiga y compañera de piso. Pero para cuando el público se convulsionaba de cansancio y placer sonó "Bye bye Pangea" a modo de despedida, y el último golpe de batería cayó mientras δρομευς violaba a un protoceratops. Nadie parecía haberse dado cuenta de que era una réplica exacta de Barney el Dinosaurio.